¡De qué manera tan sencilla se puede acceder a lo divino!
La Biblia cuenta que Moisés plantó la "tienda del Encuentro", y allí le hablaba Dios, cara a cara, como quien habla con un amigo. Es una imagen muy bonita y clara.
Deberíamos tener una tienda de campaña simbólica, portátil, multiusos, ajustable a las condiciones de todos los terrenos, práctica, renovable al compás de los tiempos, acogedora, donde todo y todos cupiesen.
Una tienda del encuentro adaptada a nuestra persona, donde nos sintamos cómodos.
Esa tienda, que es exclusivamente para hablar con Dios, la podemos plantar en ocasiones: cuando nos acostamos o levantamos, cuando estamos muy tristes o cuando queremos dar las gracias. Y también la podemos hacer adaptable a cada momento del día, es decir, podemos vivir en ella.
Si vivimos en esa tienda es fácil que se nos note; en primer lugar, porque tendremos las fuerzas necesarias para no dejarnos atrapar por esas mil preocupaciones que nos acechan, y en segundo lugar porque viviremos con alegría.
La tienda del encuentro es un diálogo constante, con y sin palabras, con nuestro Creador, que nos lleva a vivir de otra manera y hace que toquemos el cielo sin movernos de casa.
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